El ocho de Enero ya está aquí… eso quiere decir para muchos el verdadero inicio del año. Ese momento en que se acaban las «excepciones» , las celebraciones, las fiestas, los excesos, muchas veces el caos ( muy festivo y divertido, pero caos al fin y al cabo….) y volvemos o al menos eso intentamos, a la vida «normal» y a la «rutina».
¿Os suena, verdad?
También es el día de los propósitos de año nuevo, una vez digerido el roscón y en muchos casos ( entre los que me incluyo ) de hacer limpieza y ordenar. Tenemos necesidad de volver al orden y salir del caos.
Siempre he creído que esta necesidad de orden se acentúa con la edad… ciertamente los niños necesitan orden y reglas a su alrededor para sentirse seguros, pero a la vez son perfectamente capaces de convivir con el caos … no hay más que ver el estado de una habitación infantil después de una tarde de juegos.
Siempre me ha fascinado (y con la edad he empezado a envidiar un poco, lo confieso) esa capacidad infantil para ser creativos a pesar del desorden ( o seguramente, gracias a él)… cómo son capaces de saltar de una idea a otra, aparentemente sin conexión, solo con que algo les llame la atención entre un montón de juguetes… cómo encuentran soluciones o mejoras a los “problemas” que surgen durante el juego.
Este pensamiento lateral o divergente ( o como queráis llamarlo) es algo tremendamente poderoso… y frágil a la vez.
Hace unos días os contaba por las redes sociales la tarde de juegos que pasé con un niño de cuatro años y medio: Jugamos juntos a muchas cosas y también jugó él solo a otras muchas.
Cuanto más dirigimos e interferimos en sus juegos menos creatividad les queda. Eso no quiere decir que jueguen siempre solos o que no podamos compartir juegos con ellos… hay momentos para todo. A veces hay que saber “retirarse a tiempo” y observar .Ver la clase de conclusiones que sacan por sì mismos.
Es algo increíble.
Algo que NO ayuda a mantener esa creatividad es el tipo de juguetes, con que bombardean a los niños en Navidad.… juguetes que lo hacen todo ellos, niños que hacen muy poco…. y esto en el mejor de los casos, además suelen ser sexistas y la mayoría fomentan una competitividad no muy sana precisamente… los juguetes más «difíciles de conseguir » son los más valorados y también los más caros… y no suelen ser ni mucho menos los mejores para el niño.
Cierto es que la imaginación de los niños es portentosa y que son capaces de encontrar nuevos usos a casi cualquier cosa…pero para eso tenemos que dejarles.
Tenemos que cuidar y alimentar esa capacidad suya de inventar, de probar, de crear…aunque sea en medio del caos…. Y lamentablemente la mayoría de los juguetes con los que les bombardean en Navidad están muy lejos de cumplir esa función. … parece que con que el niño mire lo que hace el juguete ya es suficiente… pero eso NO es jugar.
A veces simplemente necesitan un compañero donde proyectar su imaginación… que se convierta en muchas cosas y que le acompañe… a veces es todo mucho más simple de lo que lo hacemos los adultos.
Juguemos con el corazón… como cuando éramos niños, nos irá a todos mucho mejor.